¡Bienvenidos, vampiros!


martes, 13 de noviembre de 2012

Deleble tinta


Sí, la soledad abandonó en mí
un sueño de pegajosos cadáveres,
un ruiseñor ciego,
una niña apuñalada.
Quedaron sin nombre
las tragedias, las noches, las lágrimas.

Acaso ahora un vampiro susurra por mí,
un conjuro me ata a la locura,
el beso de la serpiente envenena mis labios.

Y hoy no pude escribir ningún verso:
mi soledad ha consumido
hasta el último vocablo de este mundo.

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