Temblando entre la noche velada,
intuyo el acecho de la bestia.
¿Vendrá?
¿Vendrán los colmillos
desde el valle sombrío,
la piel ardiente que palpita?
Y el espejo me devuelve una muñeca
por siempre maldita.
Desde su eterno y negro tanatorio,
se relame entre tinieblas:
brilla una perla roja
en la palidez de las comisuras,
los ojos muerden
el aire y las lágrimas.
Espejito, espejito:
¿quién es en la tierra
de todas la más perra?
Y la noche se coagula
en cristal y mercurio,
y el espejo escupe un lobo,
un vampiro,
un espectro.
La luz de la luna es
apenas una honra fúnebre,
el último llamado para el licántropo.
¿Se cumplirá la leyenda?
¿El lobo se devorará
a la más bella de las no-muertas?
Y sigo esperando desde estos jirones
de azogue y de sangre.
¡Luna, luna de cuernos de azufre,
esta noche no invoques a la bestia!
Te felicito! ¿Cómo se dice?: ¡Qué bella imaginación! O tal vez sea: ¡Qué metáforas tan bien elaboradas! ¡Cuanta riqueza de lenguaje y literaria hay acá!
ResponderEliminar¡Gracias, querido Pablo!
ResponderEliminarAbrazo