¡Bienvenidos, vampiros!


martes, 13 de noviembre de 2012

Los primeros cien años



Tú, vampiro,
torcerás por el paso del Bosque Negro,
aquel de piedras y espinas rojas
que se despeñará
en un río de arcilla.
Allí tu vida se volverá
un puñado de cenizas,
una maraña de tinieblas aun más densas.
Las zarzas florecerán para morir al alba,
mucho después de la medianoche.
Al final del atajo encontrarás
una madriguera henchida
de telarañas y de huesos.
Te aguardará una tumba sin nombre,
trazos en el fulgor de la niebla.
Y entre esos rasos ajados
te esperarán añejos cuajarones,
perlas negras de tan rojas
que urdirás con toda la sangre
vertida en el camino.
Tomarás ese tesoro
y a los espejos lo entregarás:
verás
discurrir por los azogues
los fantasmas de todas tus víctimas
que estallarán en vitrales al sol.

Acaso una noche,
vagando por los evos sempiternos,
ya no recuerdes angustias
y las rosas no mueran en tus manos. 
Quizá ya no ardas atravesado de amapolas,
y en un desapasible crepúsculo
oigas por primera vez la voz de Dios,
ese tañido de campanas a lo lejos.

Pero nunca podrás olvidar,
de tus primeros cien años, vampiro,
la piel ardiente,
el lento latido del corazón,
el instante del éxtasis.
El dulce flujo de la sangre,
el persistente goteo de la sangre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario