Sí, la
soledad abandonó en mí
un sueño de
pegajosos cadáveres,
un ruiseñor
ciego,
una niña
apuñalada.
Quedaron
sin nombre
las tragedias,
las noches, las lágrimas.
Acaso ahora
un vampiro susurra por mí,
un conjuro me
ata a la locura,
el beso de
la serpiente envenena mis labios.
Y hoy no
pude escribir ningún verso:
mi soledad
ha consumido
hasta el último vocablo de este mundo.
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